El Trastorno del Espectro Autista (TEA) no es una enfermedad, es un síndrome, un conjunto de síntomas que caracterizan un trastorno del desarrollo. Es una discapacidad severa y crónica del desarrollo que con los conocimientos actuales, no tiene cura, sus síntomas se manifiestan de forma diversa en las distintas edades acompañando a la persona durante todo su ciclo vital (Frith, 1991).
Aparece durante los tres primeros años de vida y es más común en varones que en mujeres de todo tipo de raza, etnia y clase social, siendo el promedio de vida igual que el de la población general.
Los niños/as que padecen este tipo de trastorno se caracterizan por la existencia de déficits en múltiples áreas (bio-psico-social), que conducen a una alteración difusa y generalizada de los procesos del desarrollo. El resultado es un retraso y una desviación de los patrones normales del desarrollo que afecta de forma más llamativa a la interacción social, a la comunicación verbal y no-verbal y al comportamiento, intereses y actividades (CUDAP, 2012)
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